“Pareja” se define como una relación amorosa establecida de manera consensuada y voluntaria entre dos personas, en cuyo desarrollo cada parte comienza a integrarse a la otra, y entre ambas construyen un patrón u orden que les permitirá funcionar como la pareja que desean ser. En esta dinámica ambas personas aportan componentes vitales de su propia historia, la crianza y los tratos de sus propias figuras significativas, sus formas de comunicar, de expresar y recibir afectos, los modelos culturales y valóricos recibidos, historias familiares y la manera de ver e interpretar el mundo, entre tantos más. Desde esta perspectiva, cada persona crea una especie de molde sobre la relación, lo cual además conlleva a la creación de un nuevo significado de sí mismo(a) con la finalidad de adaptarse al desarrollo constante y cambiante de la pareja.
La construcción de la pareja se tiñe de cada historia personal. La identidad es trasladada desde una posición individual a una relacional. No es que cada identidad sufra cambios o se divida, sino que por razones afectivas y los contextos que propician la relación, ahora opera en una manifestación hacia el otro. Precisamente es esta nueva posición la que puede generar maravillosas instancias de amor como también profundos conflictos entre sus miembros. Con el paso del tiempo la pareja se convierte en un tercer agente, no como el resultado de dos personas que la conforman, sino como una tercera “persona” independiente de ambas. Entonces la pareja, como una nueva identidad, provoca que ambas partes se interconecten lo que no afecta el funcionamiento por separado de cada individuo. Entonces podemos decir que el resultado de una relación de pareja no es la mera interacción entre dos personas ya que la consecución de hechos y relaciones pasadas de cada individuo, también influirán en el tipo de relación que desarrollarán.
En una sesión se puede observar que en la relación amorosa una persona puede experimentar importantes cambios de rutinas, alimentación, intimidad, sueño, cuidado personal, actividades domésticas, administración de recursos, círculos sociales, intereses, ser padre y/o madre, y mucho más. Parece ser que cada quien efectivamente modifica algo de sí mismo(a), al no mantenerse estático sino fluyendo hacia fines que no le son propios sino más bien de la pareja propiamente tal. Finalmente la persona, como individuo, adapta estrategias y modos de ser y hacer, de pensar y sentir, lo cual converge en el bienestar y sanidad esperados para la relación amorosa de la que se es parte.
La persona debe aprender nuevos modos de lograr acuerdos y negociar, y en contextos de conflicto es complejo para la pareja poder coordinarse y sintonizar. En las instancias negativas y de displacer, las maneras de ser de cada uno se vuelcan a su estado original, provocando que la crisis permanezca hasta que cada miembro de la relación retorne a una posición racional. La experiencia clínica percibe, en estos casos, que una de las dos partes presenta resistencia al inicio para retornar a una posición racional, pero luego de negociar y entender a la otra parte modifica su propio patrón de funcionamiento y vuelve a posicionarse en la relación.
¿Quién eres en la pareja: cambias por él o por ella, o sigues siendo la misma persona? ¿Cómo consigues la felicidad que anhelas en tu relación? Las parejas crean un modelo de dinámica, pero ésta sufre mutaciones en el tiempo, y es posible que una o ambas partes no alcancen a reconocer el nuevo estado de la relación y de sí mismos en ésta, ya que cada individuo tiene su propio desarrollo y que en definitiva se entrelaza con el de la relación.
Artículo escrito por Mavros Georgudis Jiménez, Psicólogo Centro Avanzar.
El lunes 3 de Agosto de 2020 publicaremos el artículo ‘Padres en Evaluación: Desde un Contexto Psico-Socio-Judicial’, el que podrás encontrar en nuestra Revista Digital.
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